Cuando comer se convierte en experiencia

Alimentarse es algo universal, necesario y obligatorio para mantenerse con vida. Lo hacen todos los seres vivos, con absoluta independencia de su condición, forma o necesidad. Cada organismo vivo, requiere de su alimento y lo persigue con la única finalidad de sobrevivir. Todos los organismos vivos, comen para garantizar su supervivencia. Todos menos uno: el ser humano. Ese sibarita que camina erguido y engulle todo lo que se pone en su camino ya con otra finalidad: deleitar a su paladar y a sí mismo.

No se trata de algo negativo. Al contrario, experimentar y probar cosas es positivo. La evolución de la gastronomía ha sido tal que el ser humano ha logrado apreciar con su paladar alimentos no considerados como tal. Esa evolución culinaria, no cesa y cada vez, perseguimos más innovación y novedad en el mundo de la gastronomía. Los grandes chefs, se encargan de ofrecernos verdaderas experiencias para el paladar.

Restaurantes de renombre como Pelican Experience, ofrecen justamente eso: experiencias para los cinco sentidos, donde el gusto es el mayor homenajeado. Lo hacen mezclando culturas culinarias, tradición, vanguardia y técnicas de cocina. Esa fusión de elementos, lleva directamente a la experiencia que ofrecen, la gastronómica. No en vano, cuando vamos a comer fuera de casa, lo hacemos con la sana intención de descubrir sabores nuevos y diferentes, además de pretender que por un día, nos lo den todo hecho.

En primera instancia, somos los clientes, los que hemos cambiado nuestra forma de consumir y las expectativas. Hemos pasado de mera experiencia de degustar los alimentos, a buscar algo más. Esto ha hecho que los profesionales del sector vean la ocasión para superarse y dejarse llevar a la hora de elaborar sus cartas, platos y menús para ofrecer algo más que han dado en llamar, experiencia gastronómica.

Este concepto, cada vez más presente en el sector de la hostelería se ha convertido en todo un fenómeno que va más allá de la degustación de alimentos.

La experiencia gastronómica en sí

Erróneamente, una experiencia gastronómica ya no se basa en esa degustación de platos que nos transportan a otro lugar. En el momento presente, una experiencia gastronómica consiste en todo aquello que el comensal vive en un restaurante. La experiencia completa, desde que cruza la puerta para entrar, hasta que la cruza para salir. Esto engloba la gastronomía, obviamente, pero incluye el servicio, el concepto, el local, la ambientación. Una experiencia gastronómica, alude a la dimensión física y a la sensorial y ambiental, convirtiéndose en el punto desde el que debe partir todo negocio hostelero.

Ahora, elegir un local para ir a comer, no solo conlleva comprobar que posee una buena carta. Los mejores restaurantes, ofrecen mucho más que eso. Cuidan con esmero la calidad de los platos que ofrecen a la vez que el servicio, la atención al cliente y la cercanía, la iluminación o la decoración. Sumergiendo a los visitantes en una dimensión que nada tiene que ver con lo que esperaban. Este conjunto de factores, crea una experiencia que, de ser favorable y positiva, incitará a los clientes a volver.

Cada establecimiento, ofrece una serie de posibilidades acorde con su dedicación y los puntos fuertes que pretender explotar para trasmitir al cliente algo único, especial y diferente. Lo que hace que la experiencia gastronómica sea justo eso: toda una experiencia.

Los ingredientes necesarios para lograr que esa experiencia sea única e irrepetible son los siguientes:

  • Es fundamental contar con un excelente servicio, profesional y cercano. El factor humano es la clave dentro de todo negocio del sector. Hacer que el cliente se sienta como en casa propiciará la manera en la que se experimenta la degustación. Que el personal sepa explicar la carta y ofrecer sugerencias es uno de los aspectos que más valoran los clientes.
  • Creatividad, ante todo. Restaurantes hay muchos, muchísimos, pero hay que desmarcarse. Diferenciarse es algo elemental para ofrecer una buena experiencia gastronómica. Si queremos una hamburguesa sin más nos vamos a un fast food y listo. Ya sabemos lo que nos vamos a comer y no pretendemos más. Sin embargo, cuando vamos a un restaurante, esperamos algo diferente.
  • El storytelling ha llegado a la hostelería y se ha convertido en un punto esencial. Narrar los platos en lugar de enumerar la lista ayuda a los clientes a decidirse. Desde el diseño de la carta donde se describen los platos hasta la decoración deben formar parte de esa historia que nos vamos a comer. La narrativa, tanto visual como textual, introducen a los clientes en la experiencia de la degustación, haciendo que los sentidos se alerten y se potencien los olores y sabores.
  • Obviamente, la gastronomía, se trata no de la pieza clave si no de la base de toda experiencia gastronómica. En este punto hay que volcar el esfuerzo, la delicadeza, la calidad, la originalidad y el concepto. Cuando los platos llegan a la mesa, los clientes deben deleitar la vista, sentir todos los aromas y dejar que los sabores, inunden su paladar.

Si los comensales quedan satisfechos con la experiencia, sin duda, repetirán. Lo bueno de la gastronomía es que un solo local, puede ofrecer tantas posibilidades como el chef sea capaz de crear. Repetir la experiencia, no implica necesariamente, degustar lo mismo. Aunque cabe señalar que un mismo plato no tiene porque saber exactamente igual cada vez que de pruebe.

Más allá de la experiencia

La experiencia nos dice que la propia experiencia gastronómica en muchas ocasiones se olvida de la gastronomía. Es tal la atención que se prestan al resto de factores que se descuida la base de la misma. Ese afán por el disfrute de una vivencia de excepción cada vez que acudimos a un restaurante, se ha generalizado de tal manera que la cocina, queda en muchas ocasiones en un segundo plano.

Esta generalización tan vana ha resultado en una viralización en la que, todo lo que se relaciona con comer, pretende ser una experiencia gastronómica.  Lo que viene a ser que el concepto y la palabra en sí, han sido tan manoseados que ha perdido el valor que aportaba. Esto ya ocurrió en otras ocasiones como, por ejemplo, con el gastrobar, tan de moda hace unos años. Este tipo de restaurante, abarcaba aquellos bares que basándose en los restaurantes de la guía Michelín (de ahí que sean gastronómicos) sus precios, eran asequibles para el común mortal. Es decir, servían comida de calidad a precios más económicos. El término en cuestión, ha sido tan prostituido que bares de carretera o escondidos en lugares remotos lo han utilizado para procurarse una cierta categoría de la que en realidad, carecen. Esto ha derivado en que la condición de gastrobar, se haya convertido en un demérito a la hora de acercarse a ellos.

Lo que nos lleva al momento actual de la gastronomía y las experiencias que ofrece. ¿Tenemos realmente claro en que consiste una experiencia gastronómica y lo que es? Se trata, no obstante, de un hecho subjetivo que tiene mucho que ver con la memoria de lo que hemos degustado, la práctica y el propio criterio. Hasta ahí, de acuerdo, para cada comensal, la experiencia puede ser una cosa.

Sin embargo, algo que rechina es como venden las experiencias gastronómicas los propios creadores de las mismas. Si buscas información, encuentras definiciones que aluden a lo que pretenden los clientes como que van más allá de la degustación de alimentos y pretenden una experiencia sensorial en todos los sentidos. Entonces observamos que a lo que menos atención se presta a es al aspecto culinario.

En este sentido, hacemos referencia a esas experiencias gastronómicas que conllevan ciertos despropósitos como comer en pseudo parques de atracciones en los que todo vale o las cenas con misterio y asesinatos, e incluso subirte a comer a un árbol que también es toda una experiencia per se. Todos estos eventos, son experiencias, sin duda alguna. Comer en lugares exóticos o temáticos no implica necesariamente que sea una experiencia gastronómica.

Con esto no queremos desdeñar que la comida que se sirve en estos locales de restauración, sea de calidad, ni mucho menos. Sin embargo, lo que no se puede pretender es que prestes atención a lo que comes si te encuentras rodeado de distracciones que acaparan tu atención y tus sentidos.

Una experiencia gastronómica conlleva la elaboración de un plato con las mejores materias primas. Una buena presentación y, evidentemente, una introducción al mismo para que el comensal, sepa buscar y distinguir todos los matices que ofrece un plato en cuestión. La buena experiencia culinaria debe pasar por atrapar con los ojos, atraer por el olfato y deleitar al paladar. El orden debe ser ese para que nuestro gusto, sea capaz de potenciar y apreciar todos los sabores. Maridajes, combinación de alimentos de lo más dispares y creación de platos imposibles, son sin duda la experiencia gastronómica que se debe buscar en un buen restaurante. Si a esto, se le añade una buena combinación de elementos como la decoración, el trato al cliente y el servicio, el ambiente y esa narrativa tan de moda, no hay que desdeñarlo, son añadidos que invitan a potenciar la experiencia. La buena mesa no necesita de adornos, pero si los tiene, bienvenidos sean.

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