Todos sabemos que España es un país de ocio culinaria, gracias a la cultura gastronómica que tenemos y al buen tiempo que en general disfrutamos en nuestro país gracias a nuestra disposición en el mapa geográfico, pasamos muchas horas de ocio al aire libre. Pero lo más llamativo es que en España nos encanta salir de bares, de tapeo, no dejamos pasar la ocasión de salir a tomarnos algo con amigos.
Nuestra cultura asocia el ocio con la gastronomía, cuando tenemos un hueco libre en seguida quedamos con amigos o familiares a tomar algo, la mayoría de las reuniones sociales las hacemos alrededor de una mesa y algún picoteo para acompañar las bebidas. Hasta hace nada nos encantaba irnos de cañas, salir a tomar cervezas, algo que estaba muy bien visto y aceptado socialmente, el que no bebía cerveza era un rarito, un treintañero que pidiera una Coca-Cola en lugar de una cerveza era el rarito del grupo. La cerveza siempre ha estado muy bien valorada a nivel nutricional porque es un caldo hecho con ingredientes naturales frente a las bebidas artificiales como los refrescos.
Pero a pesar de nuestra afición y tradición cervecera, en los últimos años el consumo de vino ha aumentado considerablemente hasta el punto de recobrar las cifras que se manejaban con la generaciones de nuestros abuelos y anteriores. Resulta que beber vino se ha puesto de moda y ahora parece que es un acto de distinción y clase beberse una copa de vino, es por esto que actualmente la gente que salía de copas, ya no consume las típicas como ron con cola, cubata, ginebra….se ha pasado del gin-tonic a la copa de vino. Pero no todo el mundo sale a tomar una copa de vino, quien lo hace suelen ser personas a partir de los 30 años, que buscan con ello marcar una forma de entender el ocio, con un estilo formal y relajado, sin prisas y grandes jolgorios, al contrario, buscan relajación, una conversación tranquila y profunda.
Cada vez se demanda más tipos de vinos
Este sector creciente dentro de la clientela de la restauración ha provocado que cada vez más bares, junto a los restaurantes, se vean obligados a habilitar dentro de sus negocios lugares adecuados para el almacenamiento y la conservación del vino. Es un negocio creciente ya que los consumidores de vino son exigentes, no vale un vino de mesa cualquiera y mucho menos de garrafón, es por ello que van a esperar que se les de calidad en su punto exacto de temperatura y conservación en cada momento según la naturaleza del vino, ya sea, vino tinto, blanco, espumoso…variedad, toda la que queramos. Pero para ello, como nos advierten desde Vicave, si los establecimientos de restauración pretenden ganarse a esa clientela amante del buen vino lo primero que deben hacer es ofrecer calidad y para conseguir esto se tiene que empezar por recurrir a especialistas que se dediquen a acondicionar espacios, dependiendo de sus características, para el correcto almacenamiento y conservación los diferentes vinos.
Como vemos, en España nos gusta salir de bares y tapas. Somos un país mediterráneo y es de tradición que cualquier reunión, festividad o celebración se acompañe con comida y bebida. Por remontarnos a la tradición podemos fijarnos en los romanos o en los griegos que montaban todas sus reuniones en torno a la comida y a la bebida, así que no debe extrañarnos que tengamos esta costumbre tan arraigada. La cuestión en estos momentos es la evolución que están sufriendo los gustos de los consumidores, o más bien el cambio de ciclo en el que actualmente nos encontramos con el aumento de “followers” del vino que si bien había disminuido bastante en las últimas décadas, se ha ido recobrando en los últimos años y no hay duda de que la afición por estos caldos no va a decaer nunca en nuestro país como país mediterráneo que es.