Somos seis en casa: mis padres y cuatro hermanos. Sé que hoy en día suele ser una rareza, sin embargo así son las cosas en nuestra familia. Pues bien… Mis padres trabajan los dos fuera. Mi madre de monitora en una residencia de personas con discapacidad psíquica y física, mi padre de camionero y por esa razón está fuera toda la semana. En cuanto a nosotros, somos los dos mayores estudiantes universitarios y los dos pequeños estudiantes de la ESO. Entonces cuando llega el fin de semana, los seis ponemos mano a la obra para limpiar la casa. Pero por mucho que hagamos mi padre, hermanos y yo, ¡mi madre nunca queda totalmente satisfecha! Y refunfuñando se queja de lo mal que lo hacemos y de lo sucia que está siempre la casa.
“¡Cuánto me gustaría tener una asistenta!”, suele ser su leitmotiv. El problema radica en que para ello no tenemos los medios económicos suficientes. Pero… porque hay un “pero”, como dentro de unos días cumplirá los cincuenta, hemos decidido entre mi padre y nosotros regalarle (bueno… a nosotros tampoco nos viene mal) un servicio de limpieza integral y profesional de la casa. Para ello, hemos contactado a la empresa de Limpiezas Velasco, ubicada en Fuenlabrada y constituida por un grupo de profesionales dedicados a la limpieza en Madrid. Estamos convencidos de haber elegido el mejor regalo de cumpleaños para nuestra mami. Aunque también tenemos que añadir que les hemos regalado a nuestros padres para ese fin de semana una estancia en un hotel con spa y masajes personalizados para que mi madre no se percate de nada y para que la sorpresa sea total.
Un servicio integral adaptado a las necesidades del cliente
En la empresa se mostraron sumamente atentos a nuestra petición. El servicio debía incluir una limpieza profunda de las distintas piezas de la casa: salón, comedor, cocina, baños, garaje e incluso del patio con servicio de jardinería. Con ello, el interior de los muebles de la cocina y de los baños, así como el de los armarios en general, debía ser vaciado, limpiado y ordenado. Los cristales de las distintas estancias, las mamparas de los baños, etcétera, también tenían que ser limpiados a fondo y a posteriori se les debía aplicar una protección contra la lluvia y el agua (¡porque nada más feo que esas gotas blanquecinas que se quedan sobre una mampara de baño tras haberse duchado o sobre los cristales de la casa después de haber llovido!). En cuanto a los electrodomésticos, éstos debían ser desengrasados y la nevera vaciada y desinfectada. A la encimera de mármol de la cocina rayada, les dijimos que confiábamos en su profesionalidad y buen hacer para encontrar una solución a ello. Asimismo, todos los muebles debían ser encerados, las escaleras y demás superficies pulidas y abrillantadas. Vaya que si con eso nuestra madre no quedaba contenta, ¡que viniese Dios y lo viera!
Día D
Hoy es el gran día, el día D como lo hemos denominado. Mis padres tienen los bolsos de viaje preparados y están listos para el fin de semana relajante que les hemos regalado. A pesar de todo, mi madre ha salido de casa rezongando como de costumbre y diciendo que “con lo que había que hacer en casa y ¡mira por donde se tenían que ir de viaje de enamorados cuando llevaban ya casi treinta años juntos!” Mi madre y sus dichos… “¡Venga fuera!”, les dijimos apresurándoles para que salieran y asegurándoles a la vez de que nosotros nos encargaríamos por completo de la faena de la casa, y por fin salieron. Mi madre suspiró… Mi padre nos guiñó del ojo… A la hora, llegaron los limpiadores profesionales de la empresa Limpiezas Velasco, con una cantidad de productos de limpieza impresionante y dos aparatos que jamás en la vida habíamos visto. Les dimos las llaves y les dijimos que cuando hubiesen acabado nos llamasen, y así fue… “¡Wau!”, fue la onomatopeya que lanzamos al unísono cuando vimos el resultado. No era necesario añadir nada más. A ver si a mi madre aquel trabajo magistral le ocasionaba el mismo efecto que a nosotros…
¡Y se lo causó! Recuerdo todavía su asombro al ver todo tan pulcro, tan ordenado… “Pero, pero…”, fueron sus palabras y nos abrazó riéndose y añadiendo que ése había sido el mejor regalo de cumpleaños que jamás se le había hecho en la vida… ¡Lo sabíamos!